jueves, septiembre 27, 2007

Pequeños hallazgos literarios

Desgraciadamente, hoy no he podido coger ningún gratuito. Sin embargo, y para el poco tiempo libre que me deja este blog, me he propuesto como actividad cultural para este año, leerme los "Episodios Nacionales" de Benito Pérez Galdos. Las 46 novelas que forman parte de esa obra son una crónica bien apegada a la realidad de la España del XIX.

Con ese espíritu, en parte lúdico, en parte cultural, he iniciado su lectura. Y no puedo más que alegrarme de mi decisión por el siguiente fragmento, de la primera novela que se llama "Trafalgar".

"... Por primera vez entonces percibí con completa claridad la idea de la Patria, y mi corazón respondió a ella con espontáneos sentimientos, nuevos hasta aquel momento en mi alma. Hasta entonces la Patria se me representaba en las personas que gobiernan la nación, tales como el Rey y su célebre Ministro, a quienes no consideraba con igual respeto. Como yo no sabía más Historia que la que aprendí en la Caleta, para mi era de ley que debía entusiasmarse al oír que los españoles habían matado a muchos moros primero, y gran pacotilla de ingleses y franceses después. Me representaba, pues, a mi país como muy valiente; pero el valor que yo concebía era tan parecido a la barbarie como un huevo a otro huevo. Con tales pensamientos, el patriotismo no era para mí más que el orgullo de pertenecer a aquella casta de matadores de moros.



Pero el momento que precedió al combate comprendí todo lo que aquella divina palabra significaba, y la idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu, iluminándolo, y descubriendo infinitas maravillas, como el sol que disipa la noche y saca la oscuridad de un hermoso paisaje. Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar, honra que defender; me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera, y comprendí que todos habían sido hechos aquellos barcos para defender a la Patria, es decir, el terreno en que ponían sus plantas, el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos, la colonia descubierta y conquistada por sus ascendientes, el puerto donde amarraban su embarcación fatigada por el largo viaje, el almacén donde depositaban sus riquezas; la iglesia, sarcófago de sus mayores, habitáculos de sus santos y arca de sus creencias; la plaza, recinto de sus alegres pasatiempos; el hogar doméstico, cuyos antiguos muebles, transmitidos de generación en generación, parecen el símbolo de la perpetuidad de las naciones; la cocina, en cuyas paredes ahumadas parece que no se extingue nunca el eco de los cuentos con que las abuelas amansaban la travesura e inquietud de los nietos; la calle, donde se ven desfilar las caras amigas; el campo, el mar, el cielo; todo cuanto desde el nacer se asocia a nuestra existencia , desde el pesebre de un animal querido hasta el trono de reyes patriarcales; todos los objetos en que vive prolongándose nuestra alma, como si el propio cuerpo no le bastara..."

Sobran las palabras.


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